miércoles, 11 de diciembre de 2013

“Con las nuevas tecnologías la violencia hacia las mujeres se reproduce de manera más sutil”


Ianire Estébanez es una apasionada de las nuevas tecnologías que, sin embargo, reconoce los riesgos que pueden englobar y admite que es posible que en este aturullo virtual se nos esté yendo un poco la cabeza. En su blog, “Mi novio me controla lo normal”, plantea preguntas abiertas porque, aunque reconoce que hoy en día las adolescentes viven muy influenciadas por el ideal del amor romántico, sabe que también son muy capaces de razonar, de darse cuenta y de cambiar el futuro.
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Poco antes de su participación como ponente en nuestros “II Encuentros internacionales sobre el impacto de los fundamentalismos en los derechos sexuales y reproductivos” hemos compartido con ella una charla sobre juventud y nuevas tecnologías; sobre el acoso y la intromisión que pueden suponer, pero también sobre la potencialidad de esas mismas herramientas para la difusión de la información o para organizar actividades. Porque, al final, no son más que medios. El problema está en la sociedad y afirma que aunque hayamos vivido en una especie de espejismo, por desgracia, no es la sociedad la que ha evolucionado, sino el machismo el que ha mutado.
-Tu blog se llama “Mi novio me controla lo normal”. ¿Se trata de un título original o una buena descripción de la situación de muchas jóvenes?
Es una descripción o un resumen de lo que nos encontramos cuando empezamos a hacer investigación centrada en mujeres jóvenes; la normalización de los comportamientos que tienen que ver con el control. Entonces ellas contaban “mi novio me controla, pero lo normal” o “es un poco celoso, pero lo normal; como todo el mundo”. Para hacer frente a esa normalización pensé que era muy importante jugar con la ironía, preguntar qué es lo normal. No es normal que tu novio te controle, que tu novio te diga qué es lo que puedes hacer o no. El título lo lancé como resumen de esa ceguera o esa normalización que podrían estar viviendo las jóvenes.
-¿Qué es lo que encontrará en tu blog una adolescente? ¿Cuál es tu propósito como Blogger?
Busco generar una actitud crítica ante los mensajes que nos envían sobre el amor romántico, ante las ideas estereotípicas sobre los hombres y las mujeres. Películas, música, historias que relacionan pasión con conflictividad, o incluso con amor, y que van de alguna forma también edulcorando esas relaciones turbulentas. Lo que busco con el blog no es dar lecciones, porque creo que generalmente son bastantes perjudiciales y porque pienso que las jóvenes por sí mismas son capaces de establecer criterios, razonar y sacar sus propias conclusiones. Lo que busco es dejar preguntas abiertas y generar una actitud crítica; que las propias chicas que puedan pasar por allí puedan empezar a preguntarse más sobre sí mismas en vez de preguntarse tanto por si él les quiere o no les quiere. Que se pregunten si esa relación les viene bien, les conviene o si es lo que quieren realmente. El objetivo es devolverles esa capacidad de preguntarse sobre sus propias necesidades y hacerlas protagonistas, descubriendo las cosas por sí mismas.
-Según los datos que arrojan algunas investigaciones, el panorama de las relaciones entre jóvenes es preocupante. ¿Acaso nos encontramos en distintos escenarios pero con los problemas de siempre?
Realmente han cambiado los medios, pero el problema de base sigue siendo el mismo. Es cierto que con las nuevas tecnologías la gente joven reproduce el sexismo de forma diferente, porque también tienen otras formas de comunicarse y de relacionarse. Ellas no se sienten identificadas con la violencia de género de generaciones más adultas. “No tienen nada que ver con nosotros”, “nosotros somos diferentes”, dicen… Pero creo que es la misma raíz y la misma violencia aunque ahora se reproduce de maneras más sutiles. A través de las nuevas tecnologías, vemos como se están formando nuevas violencias pero siguen siendo los mismos celos los que están detrás. Lo único que cambia son los medios. En ese sentido, por ejemplo, hace poco salió una noticia que decía “Whatsapp rompe parejas”, pero Whatsapp como aplicación no crea nada. Los celos están en el celoso, en la persona que necesita o que tiene esa idea de que la pareja es una fusión y tiene que saber en todo momento con quien está o que no puede hablar con otras personas. Muchas veces le echamos la culpa a la tecnología y la culpable es la intención que hay detrás. De alguna forma, con estas herramientas una chica se está haciendo más visible, y eso la pone en riesgo, porque ofrece mucha más información que de otra forma no tendríamos. Ahora puedes saber dónde está tu pareja en todo momento y, si no contesta, puedes pensar que no contesta porque no quiere, porque en realidad tiene que tener internet y tiene que tener el móvil encendido… Contamos con aplicaciones muy intrusivas, pero lo importante es lo que hay detrás, y es que todavía seguimos manteniendo esa idea de la relación heterosexual y de pasión, fusión y de dependencia. Esto es lo que tenemos que trabajar.
-WhatsApp, Facebook, Twitter… ¿Tiene entonces hoy en día el maltratador más herramientas a su alcance para ejercer su control?
Sí. Yo soy muy defensora de las nuevas tecnologías porque creo que tienen cosas buenísimas. El ciberactivismo, por ejemplo; pero también es cierto que ofrecen más información, más herramientas y más posibilidades de intromisión en cualquier momento. Démonos cuenta de que en realidad la mayor parte de la gente joven tiene móvil, tiene conexión de datos y eso significa que está conectada a internet en cualquier sitio; no es necesario que este en casa, ni que esté delante de un ordenador. Las nuevas tecnologías facilitan la intromisión en todos los momentos del día y en cualquier lugar. Por eso, están favoreciendo que el control se reproduzca a niveles mucho más grandes. Incluso tengo la sensación de que se están perdiendo las ideas de los límites, de hasta dónde me siento controlada. Hoy en día, con estas tecnologías, se están mandando mensajes a las tres de la mañana sin ningún problema. Estamos entrando en un aturullo de mensajes y de bombardeo, sin pensar si la otra persona querrá, no querrá, o estará en una situación que pueda responder. En este sentido creo que se nos está yendo un poco la cabeza. Las redes también nos enredan un poco y podemos perder el límite de cuándo nos sentimos acosadas y cuándo no. Es más complicado también darnos cuenta de esa necesidad de espacio propio, y es realmente difícil defenderlo.
-Supongo que también resultará más difícil desconectar…
Sí. Si hablamos de mujeres que están intentando separarse o que están intentando establecer una distancia con su maltratador, les está resultando muy difícil, porque estos están usando las nuevas tecnologías para acceder a ellas. Si cambia su número de teléfono, él puede encontrarlo y, teniendo su número, ya puede saber cuándo se conecta y cuándo no. Él también puede cambiar de número. Hay muchas posibilidades. Simplemente, escribes el nombre de esa persona en Google y la encuentras, o ves mogollón de contenidos de esa persona aunque ella no quiera, porque hay amistades comunes. Hay profesionales de casas de acogida que nos cuentan que en esas casas están “protegidas” porque hay una separación, pero dicen que es muy difícil controlar las redes sociales. Continúan contactándoles continuamente, y tampoco les vamos a decir que no se metan en redes sociales, porque eso también significa no tener libertad para poder estar en un sitio donde también quieren estar. En ese sentido, las redes también pueden hacer que seamos muy fáciles de contactar.
-Sin embargo, al final, las redes sociales no son más que herramientas de comunicación. Son las manos que están detrás las que deciden cómo usarlas. ¿En qué estamos fallando para que en ese mundo virtual se repitan los patrones?
Yo tengo la sensación de que hemos vivido durante un tiempo en una especie de espejismo pensando que la igualdad se había conseguido, pero lo único que ha pasado es que el machismo ha mutado. Ya no es tan directo; ya no escuchamos comentarios del tipo “eres una tía, vete a fregar”. Pensábamos que estábamos en una especie de igualdad formal porque en el cara a cara no se podían aceptar esos mensajes o no podías decir que considerabas a las mujeres inferiores, pero esto se está destapando gracias al anonimato. No es que estemos yendo hacia atrás sino que realmente no hemos llegado a cambiar.
-¿Pero tiene la juventud conciencia de las desigualdades de género? ¿Sabe identificar comportamientos machistas?
Hay grupos de chicas jóvenes feministas que tienen las cosas muy claras, pero en general tienen la sensación de que viven en una sociedad en la que ya son iguales. De hecho, no quieren que se las considere diferentes o discriminadas porque no se sienten bien en el papel de victimas. “Yo no quiero que se me trate diferente por ser mujer, ni que me ayuden; todo lo contrario, a mí que me traten como persona”. Tienen también la idea de que el feminismo es un monstruo que se quiere cargar a los hombres, en vez de verlo como un movimiento social. Y no nos conocen. Vamos a la universidad, que es un espacio donde el feminismo académico ha llegado bastante, y nos encontramos con alumnas que no tienen ni idea de qué es eso del feminismo. Estamos en una sociedad donde nos han vendido el espejo de la igualdad y las chicas lo han llegado a admitir completamente. Pero creo que hay dos puntos. De primeras, no lo reconocen: ni reconocen las desigualdades, ni reconocen las formas de violencia contra ellas; aunque luego son capaces de identificarlas, porque son situaciones que han vivido. Cuando les planteas, por ejemplo, realidades que se están dando, del tipo “¿vosotras habéis vuelto a casa solas y no habéis sentido miedo?”, empiezan a identificarlas y a pensar que también les ha pasado. Entonces empiezan a reflexionar “esto que me ha pasado a mí y también a ti tenía relación con ser mujer”, mientras que anteriormente pensaban que tenía que ver ellas como personas, con algo que habían hecho ellas y no lo identificaban como algo que tiene que ver con su sexo; que tiene que ver con cómo estamos en el mundo las mujeres. Yo creo que solo hay que enlazar un poco realidades que se que están viviendo y acercarlas a sus vivencias paras engancharlas. Algunos discursos no son muy cercanos para ellas, pero si hablamos de sexualidad, de relaciones, o del ámbito de trabajo, donde siguen las discriminaciones, son más capaces de darse cuenta de que todo tiene relación.
-Antes mencionabas un ciberfeminismo muy activo en internet. ¿Qué opinas sobre estas corrientes? ¿Pueden utilizarse para revertir la situación?
Creo que es casi obligatorio que las activistas estemos cada vez más en la red, porque una de las ideas que desde el feminismo muchas veces se lanza es que no se ha sabido llegar a las jóvenes o que las jóvenes no se involucran tanto en el feminismo como en otras generaciones. Se les ha enviado mensajes muy contradictorios y demonizados sobre el feminismo. Por eso tenemos que estar en la red, para que las más jóvenes sepan realmente de qué estamos hablando. De lo contrario, sería como si toda esta lucha se quedase en nada, que se quedará en la histori. Y, en cierta manera, la historia también la tenemos que hacer presente, y si el presente son las nuevas tecnologías, allí tenemos que estar para poder lanzar esos mensajes. Además, si se están viviendo desigualdades en estas nuevas tecnologías, también tenemos que atajarlas desde dentro. Y como herramientas de comunicación tienen una gran potencialidad. Siempre vemos los riesgos pero, ¿y lo que suponen como herramientas de difusión de la información, como herramienta para conectar con otras redes de mujeres? Son alucinantes. También para convocar una actividad. Si queremos que los mensajes lleguen mucho más lejos, hay que aprovecharlas. Además, estamos en internet, queramos estar o no. Nuestro nombre, nuestra asociación, nuestra entidad puede hablar de sí misma en internet o puede dejar que sean los demás los que hablen de ella. Y siempre será mejor que sea yo misma quien hable de mí, que sea yo la protagonista de lo que quiero decir. Porque al final, lo que me da poder de alguna forma en la red, es el empoderamiento, el tomar la palabra por mí misma. Es mucho mejor poder participar desde dentro para poder defendernos, estar juntas y apoyarnos. Creo que las feministas nos tenemos que poner un objetivo, estar cada vez un poco más en la red y participar desde ella. Internet también se construye entre todas y todos y, si nosotras no entramos, eso no cambia.
-¿Cómo ves el futuro? ¿Ves posibilidades de cambio?
Creo que si nos acercamos más a las mujeres más jóvenes desde algo que les enganche y que tenga que ver con sus realidades, son muy capaces de darse cuenta y de generar cambios. Hace falta alguien que confíe en que somos capaces, que nos de esa posibilidad, que nos abra un poquitín los ojos. Además, he visto itinerarios de mujeres que se han ido dando cuenta poquito a poco de cosas y, simplemente con eso, hay que darse por satisfechas. Con que lleguemos a pocas y ellas identifiquen algo que antes no habían identificado como violencia, yo creo que eso ya es muy grande. Y si lo identifican en los primeros inicios, en esos primeros signos, antes de que ese ciclo sea más perverso, muchísimo mejor. 
 Madrid, 28 nov. 13. AmecoPress/ Maialen Odriozola.
Foto: archivo AmecoPress, cedida por Medicus Mundi Gipuzcua

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