Incontables
veces, me preguntan: ¿Por qué en lugar de “feminista” no te reivindicas
como “humanista” o “igualitarista”? ¿No era que el feminismo era un
humanismo?
Sociedad, Opinión, Historia, Feminismo, Movimiento feminista, Madrid, Jueves 15 de enero de 2015, por Sonia Vaccaro (*)
Madrid, 15 ene. 15. AmecoPress.- Existen dos razones principales.
El
movimiento humanista no ha defendido históricamente la igualdad entre
varones y mujeres. Muchos humanistas eran también grandes misóginos.
Tomemos el ejemplo del iniciador de los Juegos Olímpicos modernos, el
francés Pierre de Coubertin. Está asociado en todo el mundo a los
ideales de paz y de igualdad supuestamente celebrados por los Juegos.
En
realidad, su concepto de igualdad se limitaba a la igualdad entre los
varones: consideraba que los Juegos Olímpicos debían ser vedados a las
mujeres, porque su participación sería “no práctica, ininteresante,
antiestética e (…) incorrecta”. Los Juegos, pensaba, deben buscar “la
exaltación solemne y periódica del atletismo macho con el
internacionalismo como base, la lealtad como medio, el arte como marco y
el aplauso femenino como recompensa”.
Y
sin embargo, todavía hoy en día, se considera a ese misógino como un
gran humanista, y muchos estadios, gimnasios, etc., llevan su nombre.
¿Y
qué pensar de los masones, estos humanistas destacados, que celebran la
libertad, la tolerancia, la justicia social, la paz, pero que en sus
estatutos rechazaban a “los siervos y las mujeres”, y entre quienes
todavía hoy en día perdura la idea de que las logias no deben ser
mixtas?
El
humanismo nunca fue ninguna garantía para las mujeres. Hizo falta un
movimiento específico de defensa de los derechos de las mujeres para que
ellas pudieran ser consideradas ciudadanas y gozar de los mismos
derechos que los varones (derecho de votar, de trabajar, de tener una
cuenta bancaria. de viajar, de tener o no hijxs, de compartir la patria
potestad, de casarse, de divorciar, de tener el mismo salario que ellos,
de ser dueñas de su cuerpo, cosas que hoy en día, todavía no están
garantizadas).
Entonces
sí, el feminismo es un igualitarismo, pero la palabra “feminista”
permite visibilizar a las mujeres y su lucha específica, y subrayar el
hecho de que son ellas las primeras víctimas del patriarcado. El
feminismo lucha por la igualdad entre varones y mujeres, pero esa
igualdad se alcanzará cuando se deje de oprimir, maltratar, denigrar a
las mujeres, y cuando se acaben con los estereotipos de género que
atribuyen a unas y otros cualidades distintas.
Si
bien los varones también son “víctimas relativas” del patriarcado,
ellos salen favorecidos en la ecuación, aunque les cueste reconocerlo,
porque no siempre se sienten favorecidos (evidentemente, existen otras
opresiones, de clase, de raza, que los afecta también, y les impiden ver
que ante una mujer que esté en las mismas condiciones que ellos, ellos
siempre tendrán las de ganar).Pero hacer de las mujeres el centro de la lucha por la igualdad de género es una manera de recordar que si bien los varones también sufren por el sexismo, las primeras víctimas, a las que liberar en prioridad del yugo patriarcal, son las mujeres.
La otra razón tiene que ver con la historia de la palabra “feminista” ¿Cuál es el origen de la palabra feminista?
La palabra nació en Francia en el siglo XIX. Durante mucho tiempo, se pensó que la palabra había sido inventada por el filósofo socialista (y favorable a la igualdad entre varones y mujeres) Charles Fourier, quien presenció los inicios del movimiento feminista moderno allá por 1830.
Pero al parecer, se trata de un error. En realidad, el término ya se usaba en medicina. Designaba un trastorno de desarrollo en los varones, que afectaba su “virilidad” y les hacía parecer femeninos.
Pero el primero en usar ese término para designar a las mujeres que luchaban por sus derechos fue en realidad el escritor francés Alexandre Dumas hijo. En 1872, publica “El hombre-mujer”, en el que se burlaba: “Las feministas, perdón por el neologismo, dicen: todo lo malo viene del hecho de que no se quiere reconocer que la mujer es igual al varón, que hay que darle la misma educación y los mismos derechos que al varón”.
A partir de ese neologismo, la palabra se difundió como una manera despreciativa de designar a las mujeres que luchaban por sus derechos.
Hubertine Auclert (1848-1914)
Hasta que la sufragista francesa Hubertine Auclert se apropió de la palabra en 1882, del mismo modo que las personas “queer” se apropiaron de ese término, que en un principio era una manera negativa de designar a las personas “raras”.
La
gente piensa que los derechos fueron adquiridos por arte de magia, o
porque algunos varones fueron muy muy generosos y decidieron, en su
inmensa bondad, ceder derechos a las mujeres.
Pues
no. Las mujeres consiguieron el derecho de voto luchando, peleando,
manifestándose, siendo reprimidas, encarceladas, tildadas de locas, de
histéricas, exactamente como se tilda de locas e histéricas a las
feministas actuales.
Por
todas estas mujeres que me precedieron (como Hubertine Auclert, de
quien se recordará el centenario del fallecimiento el 4 de agosto
próximo) y gracias a las cuales hoy en día soy una ciudadana que goza de
casi los mismos derechos que los varones, me reivindico y me
reivindicaré siempre Feminista.
Con
mucho orgullo y a mucha honra. Como lo deberían hacer todas las mujeres
que hoy, gozan de esos derechos sin siquiera preguntarse gracias a
quién, y que luego escupen sobre el feminismo y hasta afirman no
necesitarlo.
Algunas fuentes (en francés)
Geneviève
Fraisse, “Muse de la raison. Démocratie et exclusion des femmes en
France”. Texto completo. http://clio.revues.org/482.
Geneviève
Fraisse, “FÉMINISME – Histoire du féminisme”, Encyclopædia Universalis
Extracto.
http://www.universalis.fr/encyclopedie/feminisme-histoire-du-feminisme/
(*) Red de Profesionales contra la Violencia de Género
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