Santiago
de Cuba, 21 abr. 15. AmecoPress/SEMlac.- Apenas cae la noche, la sala
de Odalys Rodríguez Zamora pierde la tranquilidad habitual y se va
llenando de mujeres que comparten anécdotas, preocupaciones y
conocimientos en uno de los Grupos de Ayuda Mutua (GAM) que impulsa el
área de Género del Centro Cristiano de Servicio y Capacitación
"Bartolomé G. Lavastida" (CCSC- BG Lavastida), en Santiago de Cuba, a
862 kilómetros de La Habana.
Desde
2008, la institución ecuménica favorece en esta provincia oriental esa
metodología de colaboración colectiva para superar conflictos de
violencia intrafamiliar y de género, además de mejorar la autoestima
femenina y sensibilizar a sus asistentes con la transformación de
pensamientos y prácticas machistas.
Hace más de un año la "Casa de Odalys" es uno de los siete grupos de este tipo vinculados a iglesias cristianas de la ciudad.
Unas
15 mujeres y algún que otro hombre acuden regularmente a los encuentros
mensuales, donde se debate sobre autoestima, violencia, estereotipos,
prejuicios, sexualidad, culpas, entre una amplitud de temas, siempre
intentando advertir en ellos manifestaciones de inequidad de género y
las estrategias para superarla.
La preparación de los encuentros y charlas CUENTA siempre
con el asesoramiento de las especialistas en género del CCSC- BG
Lavastida, una institución que, desde su fundación, hace 17 años, ha
incluido en su misión la de cerrar brechas de poder entre mujeres y
hombres.
Rodríguez
explica que se trata de un espacio abierto, donde cada cual aporta lo
que puede según sus conocimientos, pero lo primordial es brindar apoyo y
comprensión mutua.
"Como
ginecóloga, me acostumbré a que muchas personas acudieran a buscarme
para contar sus problemas, pero en este caso se trata de una experiencia
grupal donde solo debo conducir las reflexiones hacia un enfoque de
género, o sea, poniendo a un mismo nivel el lugar de los hombres y las
mujeres en todos los procesos", describe la médica, quien se capacitó
previamente en talleres del Centro Lavastida.
Asisten
amas de casa, profesoras universitarias, médicas, psicólogas, abogadas y
dirigentes, quienes coinciden en que hasta el momento no dedicaban TIEMPO para ellas mismas por estar afanadas en labores domésticas, la familia o el EMPLEO.
La doctora asegura que muchas de las asistentes han podido encontrar soluciones a problemas PERSONALES por sugerencias del grupo y algunas han logrado confesar experiencias de maltrato.
"Contar
con un espacio para hablar nos permite abrirnos como mujeres, expresar
nuestras necesidades y encontrar ayuda, porque a veces somos muy
profesionales, pero nos mantenemos subyugadas por ciertos valores
patriarcales", considera.
En
las reuniones, cada persona expone sus puntos de vista sobre el asunto a
tratar e intenta apoyar a las demás para resolver conflictos y alcanzar
bienestar espiritual.
Según
cuenta Gloria Teresita Rebustillo Escudero, coordinadora del área de
género del Centro Lavastida, la idea de estos grupos asociados a
iglesias locales comenzó para apoyar a familias con personas violentas y
orientar a líderes eclesiales en su tratamiento.
Con
el tiempo, comenzaron a demandar otros temas y servicios, pero la
prevención de la violencia machista se ha mantenido como asunto
prioritario.
"Hemos
tenido en los grupos a mujeres maltratadas y tratamos de orientarlas.
Les explicamos el ciclo de la violencia de género y se les busca una
persona que directamente las apoye en esta situación", refiere la
psicóloga.Las investigaciones coinciden en la importancia de contar con redes de apoyo para superar las situaciones de violencia por motivos de género, pues difícilmente la víctima puede romper por sí misma con la dependencia y el miedo que producen estas situaciones.
Algunos de los casos de maltrato confesados en los GAM se han derivado hacia instancias judiciales por medio de las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, de la Federación de Mujeres Cubanas, donde colaboran especialistas de la psicología y el derecho capaces de atender estos conflictos.
Otros pasan a la consejería de pareja y de familia que ofrece el Centro Lavastida o son denunciados directamente en la Fiscalía.
"También
les explicamos cómo protegerse, dejando claro que las mujeres inmersas
en el ciclo de la violencia no pueden salir de momento, y tampoco se
trata de forzarlas porque a lo mejor su contexto o preparación
sicológica no les permite superar el trance", declara la colaboradora
del área de género del CCSC- BG Lavastida, Maite Álvarez Roque.
Una
sistematización del proyecto, que alcanza a más de 70 personas,
realizada en 2014 por esta trabajadora de la salud, determinó que la
metodología participativa contribuye a sacar del aislamiento a víctimas
de violencia de género, cuando conocen a otras personas que han pasado
por lo mismo.
Otros
resultados positivos radican en la posibilidad de compartir
experiencias, sentimientos, temores, dudas y esperanzas o búsquedas de
solución para sus conflictos.En la pesquisa, participantes de estos grupos aseguraron que también elevan la autoestima, las habilidades de comunicación y el empoderamiento personal.
Aunque se trata de un proyecto que parte de una fe cristiana, intenta ir contra los dogmas de algunas denominaciones religiosas en materia de género.
"El primer mito que rompemos es que en la iglesia no existe violencia por tratarse de familias cristianas. Si a cualquier mujer le es difícil confesar que es víctima de esta situación, para las cristianas implica otros problemas aceptar que viven en familias disfuncionales", expone la especialista.
"No
promovemos directamente el divorcio porque el matrimonio es importante
en la iglesia, pero sí hemos hecho comprender a muchos pastores que en
casos de violencia de género la separación es necesaria", sostiene por
su parte Rebustillo.
Una
lectura a la Biblia desde la teoría de género les hace defender el
papel de las mujeres en la sociedad y la necesidad de respeto."La eliminación de la culpa es uno de los temas en los que insistimos, lo mismo que en la reconciliación con nosotras mismas y con las otras mujeres de nuestras vidas, porque juzgamos a las madres, a las hijas, sin reconocer que tenemos un historia común de discriminaciones, inequidades, violaciones de derecho y reivindicaciones como grupo social específico", reflexiona la coordinadora del proyecto.
El
área de género del Centro Lavastida organiza, además, talleres de
sensibilización para los microproyectos de desarrollo local que mantiene
la institución en toda la zona oriental con el propósito de ampliar la
soberanía alimentaria.
Esto
garantiza un seguimiento de las inequidades de género en cada una de
las comunidades, donde estas iniciativas de intervención pueden
sostenerse por más de cinco años.Rebustillo sostiene que la violencia intrafamiliar es uno de los problemas identificados en cada uno de los diagnósticos de las comunidades rurales donde ha trabajado el centro.
"Encontramos todo tipo de manifestación de violencia, psicológica y física, que tiene como denominador común la educación sexista, de dominio-sumisión que han recibido los hombres", sentencia.
Para prevenirla, el CCSC- BG Lavastida realizó 31 talleres de sensibilización en género y masculinidades en comunidades rurales del Oriente Cubano entre 2010 y 2014. Ese mismo período reportó 275 encuentros de los GAM.
Además
de las capacitaciones, la institución da prioridad a que hombres y
mujeres compartan roles no tradicionales y favorece que ellas aprendan
oficios para garantizar su independencia económica.
El
Centro Lavastida tiene presencia ecuménica en todas las provincias del
oriente del país, especialmente Santiago de Cuba, Guantánamo y Granma, y
ha mantenido un trabajo sostenido en las áreas de capacitación y
servicio a lo largo de 17 años.
Su
trabajo trata de conjugar sostenibilidad, participación comunitaria,
enfoque de género, ecología, lectura popular de la Biblia, renovación
litúrgica, consejería, SALUD familiar y cultura alimentaria, junto a acciones de servicio comunitario a través de iglesias locales.
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