martes, 1 de agosto de 2017

IRITZIA/OPINIÓN



DIANA  LÓPEZ
PONTEVEDRA. 1 de agosto 2017

Escuchar la historia de Claudia pone los pelos de punta. Con 12 años fue engañada por un tipo de 22 que le compró su dulce preferido en plena calle. Después le prometió salvarla de la pobreza y de la madre maltratadora que la tenía aterrorizada. También le dijo que se casaría con ella. A los tres meses la convenció para ejercer la prostitución, y ella, como la niña que era, pensó que se trataba de un juego. Pero nunca pudo dejar de jugar. Atendía a 30 ó 40 clientes al día, fue pegada y denigrada, y tuvo que continuar ejerciendo incluso cuando con 15 años se quedó embarazada de su proxeneta. A los 16 un cliente la rescató. Ese cliente rescatador, ese príncipe azul, no debía estar allí: pagando para acostarse con una niña. 
La historia de Claudia sucedió en México, pero podría haber ocurrido en España. Amelia Tiganus (Rumanía, 1984) se convirtió en víctima de trata a los 17, cuando una persona le ofreció viajar a España para huir de la pobreza y labrarse un futuro. Ella aceptó. Amelia había sido violada en la infancia y encerrada en un manicomio con 15 años. La vendieron por 300 euros a un proxeneta y se pasó los siguientes años siendo prostituida en clubes de toda España. Durante mucho tiempo creyó que no valía para otra cosa. Hoy es una de las voces más respetadas en favor de la visibilización de la trata de mujeres y del negocio de la prostitución en España. 
Un 70% de todas las víctimas de trata de personas son mujeres y niñas, llegando al 90% si es con fines de explotación sexual
Hace un par de días se celebró el Día mundial contra la trata de seres humanos. El Informe mundial sobre la trata de personas de 2016 afirma que un 70% de todas las víctimas de trata son mujeres y niñas, pero el porcentaje se eleva al 90% si hablamos de trata de personas con fines de explotación sexual.
España es el segundo país de Europa en donde más clubes de alterne hay. Un paraíso para el ejercicio de la profesión más antigua del mundo y parada obligatoria de las mafias que trafican con mujeres. Se calcula que entre 300.000 y 400.000 mujeres ejercen la prostitución en España. El 10% del total, en Cataluña. Si nos fiamos de los últimos datos oficiales, ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, al menos un tercio de ellas estarían siendo víctimas de la trata. Aunque la crisis económica ha aumentado el número de prostitutas españolas, la mayor parte de ellas vienen de los países pobres. Rumanía, Nigeria, China, África subsahariana, Brasil, República Dominicana y Colombia son las nacionalidades predilectas.
El perfil del cliente está claro. Estudiante, albañil, empresario, funcionario, banquero, director del FMI o presidente de la República de Italia denunciado por prostituir a menores y ahora reconvertido en un animalista acérrimo. Es siempre un hombre. Según un informe elaborado por la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de la Igualdad de Oportunidades del Congreso de los Diputados, el 99,7% de los clientes son varones. Al menos dos de cada diez españoles reconocen haber pagado por sexo.
Según el último informe de la Universidad Pontificia de Comillas, al menos el 10% de los clientes detectaron la presencia de menores de edad entre las prostitutas pero no hicieron nada para denunciarlo. Muchos, pagan para acostarse con niñas.
No hay puta sin putero. Y por eso cada vez que un hombre dice “es puta porque quiere” se olvida de que en realidad es puta porque otro hombre, o él mismo, paga para violar a una mujer en situación de vulnerabilidad.
Cada vez que una mujer dice “prefiero ser puta que limpiar escaleras” olvida que la prostitución es la mayor arma de dominación, explotación y violencia de género del hombre hacia la mujer, con graves consecuencias físicas, psicológicas y sexuales. Frivolizar de esa manera con la prostitución es una falta de respeto a las miles de mujeres que ejercen obligadas por un secuestrador o por una situación de emergencia económica o marginación social. Que después de limpiar escaleras te acuestas con quien te da la gana. Olvidan que no todo vale, que mientras los hombres puedan pagar por acceder al cuerpo de las mujeres, la igualdad de género será imposible. Olvidan que los clientes no se escogen. Olvidan las palizas, la baja autoestima, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados y el estigma social. Olvidan que cuando se cierra la puerta de la habitación eres una puta a solas con un putero. Entre 2010 y 2015 al menos 31 prostitutas fueron asesinadas en España. Nadie se acuerda de ellas en las estadísticas de los asesinatos machistas.
Olvidamos todos, a veces, que la prostitución es el retrato más socialmente aceptado del patriarcado y la barbarie capitalista. Que la prostitución es el segundo negocio ilegal que más dinero mueve del mundo, por encima del tráfico de armas y acercándose al de drogas, pero sin embargo, las putas no se hacen ricas. Que en todos los países del mundo las mujeres son más pobres que los hombres. Que ningún hombre se plantea la prostitución como una salida laboral. Que en nombre de la libertad cierta izquierda se empieza a alinear con los intereses de los proxenetas. Que la propaganda prosexo que pretende empoderarse a través de la prostitución, esconde un preocupante síndrome de Estocolmo. Que proteger a las prostitutas no es incompatible con desear el fin de la prostitución.
En palabras de Amelia: “Los puteros son los responsables de que el sufrimiento de las mujeres continúe cuando llegan a España. La solución pasa por cuestionar a nuestros maridos, nuestros amigos, nuestros hijos… a los hombres”.
Olvidan que Claudia y Amelia fueron putas “porque quisieron”. Y que en realidad, todas podemos serlo mientras ellos quieran.

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