La intención del Gobierno vasco de llevar el testimonio de víctimas de violencia machista a las aulas para contribuir a la sensibilización temprana respecto a un mal que las medidas legales y de prevención aplicadas hasta ahora no consiguen atajar resulta más que oportuna. El sistema educativo ha de asumir como tarea propia la erradicación de los atavismos y de la indolencia social que dan lugar a la persistencia del problema. El relato en primera persona del sufrimiento, dando cuenta de la agresión, de los sentimientos de desconcierto e impotencia iniciales, de la reacción posterior y de la liberación final constituye la clase más aleccionadora con la que pueden encontrarse las chicas y chicos. Pero lo relevante es que el aula pormenorice en la casuística que rodea o antecede a la violencia física, fomentando la identificación de las situaciones más sutiles en las que anida el germen del mal. El testimonio de las víctimas debe ayudar a descubrir sin tapujos las palabras, los gestos y conductas que desde edad temprana ofenden la dignidad de las compañeras de clase dentro y fuera del centro escolar de manera que ellas y ellos tomen conciencia de tal ofensa. Debe servir para adjetivar con severidad las situaciones inadmisibles, para descubrir las formas más acertadas de cortar con ellas y comprometerse en su aplicación. Aprender a decir que no, a censurar una determinada conducta sin miedo a que quien así actúe sea tachada de aguafiestas, a establecer las distancias que preservan la intimidad, a valorar el propio cuerpo como un bien protegido por la libertad. El aula debe conseguir que el respeto y la consideración mutuos se instalen en la convivencia con naturalidad rechazando aquellos comportamientos machistas que habitualmente se admiten como normales o sin importancia. La narración de los casos más terribles será útil siempre que se proyecte en esa pequeña escala en la que habita cada alumna y cada alumno, y los chicos se sientan activamente concernidos en el desarrollo de unas relaciones en las que no haya lugar para la sumisión de género. Aunque para todo ello será imprescindible hacer partícipe a la familia, a los padres y a los hermanos, de los hallazgos que se realicen en el aula.
12.09.11 - 02:35 -el correo digital
La intención del Gobierno vasco de llevar el testimonio de víctimas de violencia machista a las aulas para contribuir a la sensibilización temprana respecto a un mal que las medidas legales y de prevención aplicadas hasta ahora no consiguen atajar resulta más que oportuna. El sistema educativo ha de asumir como tarea propia la erradicación de los atavismos y de la indolencia social que dan lugar a la persistencia del problema. El relato en primera persona del sufrimiento, dando cuenta de la agresión, de los sentimientos de desconcierto e impotencia iniciales, de la reacción posterior y de la liberación final constituye la clase más aleccionadora con la que pueden encontrarse las chicas y chicos. Pero lo relevante es que el aula pormenorice en la casuística que rodea o antecede a la violencia física, fomentando la identificación de las situaciones más sutiles en las que anida el germen del mal. El testimonio de las víctimas debe ayudar a descubrir sin tapujos las palabras, los gestos y conductas que desde edad temprana ofenden la dignidad de las compañeras de clase dentro y fuera del centro escolar de manera que ellas y ellos tomen conciencia de tal ofensa. Debe servir para adjetivar con severidad las situaciones inadmisibles, para descubrir las formas más acertadas de cortar con ellas y comprometerse en su aplicación. Aprender a decir que no, a censurar una determinada conducta sin miedo a que quien así actúe sea tachada de aguafiestas, a establecer las distancias que preservan la intimidad, a valorar el propio cuerpo como un bien protegido por la libertad. El aula debe conseguir que el respeto y la consideración mutuos se instalen en la convivencia con naturalidad rechazando aquellos comportamientos machistas que habitualmente se admiten como normales o sin importancia. La narración de los casos más terribles será útil siempre que se proyecte en esa pequeña escala en la que habita cada alumna y cada alumno, y los chicos se sientan activamente concernidos en el desarrollo de unas relaciones en las que no haya lugar para la sumisión de género. Aunque para todo ello será imprescindible hacer partícipe a la familia, a los padres y a los hermanos, de los hallazgos que se realicen en el aula.
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