miércoles, 12 de junio de 2013

Shaolín, machismo y ambivalencia


El asesinato de dos mujeres inmigrantes, Ada y Jenny, a manos del bilbaíno Juan Carlos Aguilar ha ocupado mucho espacio informativo esta semana. No es para menos. La tragedia ha sido impresionante, tanto por la cantidad de detalles macabros que se han ido revelando, como porque nos ha pillado cerca. Tanto que el detenido era incluso, directa o indirectamente, conocido en Durango, según se comenta.
Me gustaría destacar tres aspectos de este asunto. El primero, el tratamiento que le han dado los medios de comunicación. La periodista June Fernández lo ha analizado exhaustivamente en un reportaje publicado por Pikara Magazine y no me voy centrar en él. Sólo considerar que, una vez más, lo que es un claro caso de violencia machista se ha tratado informativamente como un suceso más: nada de analizar por qué sus víctimas eran mujeres, por qué inmigrantes y poco hincapié en su pasado agresor (también pegaba a su mujer antes de separarse).
Con ese tipo de discurso mediático es difícil encontrar solución a este grave problema de discriminación. Y es que hay personas interesadas en que no se avance, porque consciente o inconscientemente rehúsan verse reflejadas en ese espejo deformante del ser humano que es el sistema patriarcal.
Juan Carlos Aguilar era una persona como otra cualquiera. El segundo aspecto es la resistencia que tenemos a admitir que la semilla del mal está plantada en el interior de todos y cada uno de nosotros, y que debilitar sus raíces es tarea de toda una vida. Un afán íntimo, silencioso, cuyos resultados se van dejando traslucir a través de nuestras palabras y nuestros actos. Oportuno ejemplo de esto que digo es la película 'Mr. Brooks', protagonizada por Kevin Costner, que relata la lucha denodada de un exitoso hombre de negocios contra el asesino en serie que vive dentro de él y que es él mismo.
En tercer lugar, el caso evidencia la facilidad con que fabricamos y derribamos ídolos. El respetado maestro shaolín, entrevistado por el mismísimo Punset en su programa ‘Redes’, se ha quedado solo y abandonado de sus incondicionales. Además, se le ha despojado de sus títulos de maestro, de shaolín, de campeón de kung-fu e incluso del presunto tumor cerebral con que justificaba sus desmanes.
Apenas dos o tres de estos admiradores se han atrevido a destacar sus aspectos positivos. Que los tiene, como todo el mundo. A pesar de sus atrocidades. Porque las simientes del bien y el mal crecen juntas. La escritora Louise Erdrich, calificada por ‘El País’ como la voz literaria de los indios norteamericanos, expresa de forma casi poética esta ambivalencia: “El mal es el mal, no hay escapatoria. Sin embargo, lo que me fascina es el encanto, la dulzura, incluso la extraña bondad que posee y cultiva tanta gente que hace el mal”.

Mertxe Arratibel 

www.durangon.com

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