Carolina Pulido Castro
Socióloga, Educadora Social y activista PAH Madrid
En el año 1955 Rosa Parks, se negó a obedecer al chófer de un autobús
público, el cual quería obligarla a ceder su asiendo a una persona de
raza blanca. Por este motivo, Rosa Park fue encarcelada y acusada de
haber “perturbado el orden”. En respuesta a su encarcelamiento, Martin Luther King, organizó una protesta en colaboración con la activista y amiga de Rosa Parks, Johnnie Carr. Esta protesta obligó a las autoridades del transporte público a terminar prácticamente con la segregación racial en
los autobuses y fue además la mecha que encendió otros actos de
rebeldía frente a las prácticas de segregación. Finalmente el caso de
Rosa Parks llegó a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que declaró inconstitucional la segregación en el transporte. Parks se convirtió en un icono del movimiento de derechos civiles.
El 3 de junio de 1995, en la región de la Pampa, Argentina, Lucy de
Cornelis, la esposa de un productor agropecuario, ante la inminencia del
remate judicial (subasta pública) de sus tierras, organizó una asamblea
de mujeres que convocó a través de una emisora de radio local. Estas
mujeres reclamaban entre otras cosas: el fin de los remates y las
ejecuciones en los campos, analizar la legitimidad de la deuda y mejorar
las condiciones de los créditos futuros. En esta primera asamblea quedó
fundado el Movimiento de Mujeres en Lucha (MML). Después de unos años lograron, entre otras muchas cosas, la suspensión de todos los remates judiciales.
En noviembre de 2010 en Barcelona, la PAH paralizó el primer
desahucio. Esta primera acción, dio paso a la campaña stop desahucios en
todo el estado español. La PAH, junto con las asambleas de vivienda del
15M, se ha convertido en un referente en la lucha por la vivienda en
todo el mundo.
¿Qué tienen en común estos tres referentes?
En estas tres experiencias podemos encontrar varias similitudes. Por
un lado, algo que comparten y que puede servir a la vez para explicar
parte de sus logros, es que han sabido combinar varias formas de lucha:
la desobediencia civil, la autogestión y la institucional. No obstante,
no es quizás esto lo que explicaría cuál es el elemento diferencial que
se da en estos tipos de lucha frente a otras. Hay otra variable común
que nos podría ayudar a entender, no sólo el éxito del movimiento, sino
el porqué de los procesos que se están dando en la construcción de un
nuevo sujeto político. Si bien ninguna de estas luchas plantea
reivindicaciones de género ni de corte feminista, es femenino en su
composición, sus prácticas sus procesos y sus decisiones.
En el caso de las chacareras en Argentina es más que evidente esta
situación, puesto que el movimiento está compuesto íntegramente por
mujeres, no obstante, en el caso de la lucha por los derechos civiles en
Estados Unidos y en el caso de la PAH y las asambleas de vivienda en
España, es necesario indagar algo más para poder justificar esta
afirmación.
La valentía de Rosa Parks en ese acto simbólico de desobediencia y la
lucha previa y posterior que mantiene a brazo partido con muchas
compañeras, hacen de ella un personaje conocido, pero si buscamos
referentes en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, la
figura de Rosa Park queda relegada al mero acto simbólico de
desobediencia y no se habla de toda su lucha posterior. No obstante, sí
se encuentran multitud de referentes en los textos históricos y en los
medios de comunicación sobre sus congéneres masculinos, más
acostumbrados a ponerse frente a un micro y dar discursos.
En el caso de la lucha por la vivienda en España, las que compartimos
activismo, hemos sido conscientes de cómo el problema de la vivienda
esta afectando a todas las familias, pero son las mujeres las que están
liderando la lucha, muchas veces porque se han visto solas para
enfrentarse a esta situación y otras veces porque los hombres, cargados
de vergüenza y culpa, se han visto incapaces de luchar por sus casas.
No obstante, al igual que le pasaba a Rosa Parks y sus compañeras, en
los movimientos por la vivienda en España, el protagonismo de las
mujeres en el espacio del debate y en la toma de decisiones estratégicas
pocas veces se visibiliza, y es que aún nos queda un largo camino por
recorrer para despojarnos (incluso dentro de los movimientos sociales),
de las estructuras patriarcales que sustentan el sistema y que hacen,
que la voz de las mujeres muchas veces sea silenciada, que no
silenciosa.
Veamos ahora las razones que pueden explicar la feminización de estas
luchas, y para ello, me voy a centrar en los últimos dos movimientos:
la lucha por la vivienda en España y la lucha por las tierras de las
mujeres argentinas.
En el caso de España, hay dos hechos que pueden explicar la
feminización del movimiento. Por un lado, una razón bastante obvia y
objetiva: la feminización de la pobreza. No hace falta bucear mucho en
los datos para darnos cuenta de que el impacto de la crisis ha sido, y
es siempre, mucho mayor en mujeres y principalmente en las familias
monomarentales.
No obstante, este hecho por sí sólo no explica el por qué son las
mujeres las que están liderando el movimiento. Para entender esto,
quizás deberíamos profundizar en las identidades subjetivas y en la
construcción del género.
Al igual que pasaba en el caso de las chacareras en Argentina, son,
en muchos casos, las masculinidades las que se ven “desahuciadas” y las
feminidades “ahucidas”. Así lo menciona Lucy de Cornelis, presidenta del MML en el llamamiento que hace a las chacareras en la radio:
…. “porque sus maridos estaban caídos”.“Se han dado muchos casos de adicción al alcohol y suicidios”. Además “el hombre es más orgulloso, no reconoce las deudas. A mí no me da vergüenza hablar de plata, porque yo no la malgasté”.
Y así lo cuenta una mujer afectada y activista de la PAH en Madrid en verano de 2013.
“Desde que comenzamos con el problema de la hipoteca y empezaron a
reclamarnos la deuda mi marido es un mueble más de la casa”. “Ha caído
en una depresión profunda y a duras penas consigo que coma. Pero yo no
podía quedarme así, tengo una hija de 8 años y tenía que salir adelante,
así que vine a la plataforma para pedir ayuda y juntarme con las demás y
luchar”.
Son las mujeres las que sacan a la escena pública un problema que se
creía privado: el endeudamiento de las familias, mostrando una vez más
que, tal y como reza la frase de Kate Miller y que se convierte en
bandera del feminismo: “Lo personal es político”.
Las mujeres sostienen una lucha de resistencia para no ser despojadas
de la tierra, en el caso de las chacareras y de su hogar en el caso de
las mujeres en España. En ambos casos las mujeres luchan por la defensa
del espacio de reproducción material y simbólica de la vida.
“Lucy de Cornelis ante la amenaza del remate y desesperada dejó
todo lo que estaba haciendo, ‘tiró el delantal’ y se fue a la radio…”.
A pesar que los intereses y objetivos que movilizan a las mujeres en
ambas luchas, son los mismos que los de los varones, ellas adoptan una
organización autónoma a la que imprimen una nominación de género,
diferenciándose de aquellos por la decisión de llevar al espacio público
un problema privado, de convertirlo en parte de la realidad social y
colectivizarlo.
La imposibilidad de pagar los créditos que terminan en ejecuciones
hipotecarias es la cuestión que los varones mantienen en privado, que
consideran inapropiado para ser visto y oído por otros. Mientras que
muchas mujeres salen del ámbito doméstico y hacen su incursión en el
espacio público.
Además, la participación en las acciones, en el debate y en la lucha,
hace que surja una nueva conciencia política. Las vidas de las mujeres
ya no son las mismas. Las acciones de protesta, las formas de
participación, los debates, las gestiones institucionales, entre otras
acciones, constituyen una fuente de politización creciente en sus vidas.
Para algunos hombres, el hecho de no poder hacer frente al poderoso
mandato de género que les presiona para ser el sostenedor de la economía
familiar, les paraliza. Algunos se van, sobre todo en el caso de las
personas migrantes, otros simplemente bajan la cabeza y se mantienen al
margen de la lucha, otros no aguantan la presión y acaban con su vida.
Y, otros, que no pocos, hacen frente al mandato y al problema y
mantienen una lucha igual de activa que las mujeres.
Por un lado esto explica en parte la composición mayoritariamente
femenina del movimiento, veamos ahora, por qué imprime una marca
diferencial en estas luchas.
Como mencionaba algo más arriba, surge un nuevo sujeto político y con
ello, nuevas formas de hacer política. La solidaridad compartida, el
empoderamiento, el aprendizaje colectivo y los cuidados van a ser las
claves centrales de todo el proceso de lucha por la recuperación de los
derechos fundamentales que han sido secuestrados con la excusa de la
crisis.
Lo que estos movimientos logran poner en marcha tenía que ver con el
contexto socioeconómico que era común a toda la sociedad, pero lo que
marca el hecho diferencial del movimiento, tiene que ver con la
posibilidad de innovar, y de generar identidades colectivas y tiene que
ver con la feminidad.
El hecho de conectar la cotidianidad, lo personal, con lo colectivo,
además de estar no sólo luchando en el ámbito jurídico o institucional,
sino acompañando a las familias en el momento del desahucio para con sus
cuerpos resistir los desahucios y a la vez, dar solución a la
emergencia habitacional, marca ese diferencial con respecto a otras
luchas. Es decir, conectar la lucha en la esfera pública, con los
cuidados. El acompañamiento en todo el proceso de ejecución hipotecaria,
en la negociación con el banco, en las acciones en los juzgados y en la
calle, el apoyo psicológico y social que se hace desde las diferentes
asambleas y plataformas, junto con la resistencia en las casas el día
del desahucio.
Cuando el sistema pretende expulsar a las personas de sus hogares,
las mujeres se erigen en defensa de este espacio, y para ello buscan
apoyo en sus iguales y establecen lazos de solidaridad basados en lo
común y en los cuidados. Son varios los ejemplos que dan muestra de la
solidaridad que se da entre las mujeres que están luchando por la
vivienda. Mujeres y familias, que están compartiendo espacios y fundando
nuevos hogares y socializando los cuidados para poder seguir en la
lucha. Casos como el Bloc de Salt o la Corrala utopía donde la mayoría
de las familias eran mujeres con hijos e hijas que no sólo se apropiaron
de un espacio común donde seguir reproduciendo la vida, sino que
compartieron todo un proyecto de vida. Espacios donde la igualdad es la
base, espacios donde las decisiones se toman de forma asamblearia y
horizontal. Nuevos espacios donde construir lo común.
http://blogs.publico.es
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